Postal de Nueva York

Querido lector:

Llevo casi dos meses viviendo en NY. Me quedan pocas semanas para volver a Madrid, y no me gustaría hacerlo sin antes enviarte unas pinceladas de lo que estoy viendo aquí.

La metrópoli de nuestra civilización es una ciudad fascinante: bella, decrépita, cutre, naïf, radiante, muy cutre, elegante y decadente. Cuenta, además, con una inusitada sociedad civil que no consigue reconducir el debate político y económico.

Daniel Lacalle contaba en su columna semanal de Cotizalia (con toda suerte de gráficos, alguna indulgencia para los inversores y una buena dosis de sólidas razones) cómo el mercado americano vacila entre la avaricia y el miedo. Su artículo me animó a mandarte estas líneas, para contarte mis días en las vecindades de los amos del universo.

El debate político y económico en este país resuena muy familiar en mis oídos: en términos generales, Wall Street pide menos regulación y más y más (y más) estímulos monetarios, pese que hasta Bernanke sabe que no funcionan*; los izquierdistas (o mejor dicho, su sucedáneo yankee) piden más gasto público; y eso sí: en lo que todos se ponen de acuerdo es en culpar al adversario y a factores externos como Europa, China o que ahora a la abuela le haya dado por fumar para explicar que la primera economía mundial no acabe de despegar tras varios años de intentos fallidos. De la sobredosis de deuda y la sobrevaloración de activos, pío pío que yo no he sío.

Gráfico 1: Bloomberg Summit Dealmakers

Como decía, he merodeado entre los masters del universo. No ha sido en mis esforzadas carreras por Central Park, sino en el seno de algunas conferencias que Bloomberg Link organiza en las que se trataba de atinar con los medios para revertir el cuadro de trombosis lacerante que vive el país. Purtroppo, los privilegios del dinero gratis y de los rescates elefantiásicos no se incluyeron entre los que contribuirían al esclarecimiento del diagnóstico. Vertiré, a modo de ejemplo, un racimo de opiniones manifestadas por algunos grandes nombres de las finanzas, del sector inmobiliario o del internet. Como ves, Wall Street tiene, en el pecado de la petición de apoyo continuo con políticas monetarias favorables, la penitencia de verse cazada en la trampa de la liquidez:

  • Según J.C. Flowers, la banca está más barata que nunca y ofrece grandes oportunidades de inversión, aunque cree que hay riesgos en la zona Euro que causarían un caos mucho mayor que el de Lehman Brothers. La opinión de este inversor es cualificada: no en vano, fue llamado como asesor externo dos semanas antes de la quiebra de Lehman, tanto por AIG (para evitar verse arrastrados por la que preveían se le venía encima a estos últimos) como por Bank of America (para adquirirlos). No es un detalle menor que se interese por la CAM y por Novacaixagalicia. O sea que, como citaba George Parr en su faceta de banquero de inversión, «los agentes no saben si comprar con el rumor y vender con la noticia, hacer lo opuesto, hacer ambas o no hacer ninguna; según sople el viento».
  • Por allí andaba también Roubini, que es más agorero que yo y menos que la sección de ciencia del ABC. De él obtuve un amable saludo, una tarjeta de visita y un e-mail pendiente de respuesta sobre mis dudas de que Grecia tenga que salir por fuerza del Euro -los datos del Reino Unido no son demasiado prometedores para los partidarios de esa opción: como parecen mostrar los casos de Irlanda e Islandia, que depuraron sus entidades zombies (si bien de forma radicalmente diferente) y ya crecen (dentro o fuera del Euro), la moneda no es el factor más determinante.

Pero, si la postura de Wall Street resulta poco provechosa para el bien común, cabría preguntarse si la alternativa neokeynesiana es más efectiva. En Prozac y Ferraris ya dejé claro que no lo veo así. Por otro lado, la administración Obama ha puesto en práctica, con pobres resultados, ambas políticas simultáneamente -si bien su veta neokeynesiana ha topado con el límite de deuda y la pérdida del control de las cámaras.

Pero el capítulo del gasto público en este país no puede ventilarse con la (necesaria, razonable) denostación de las políticas que reclaman su uso como clembuterol. ¿Tú crees que el estado de las infraestructuras públicas del país se paragona con la sofisticación de su tecnología militar, o que su sistema sanitario satisface unos niveles mínimos de eficiencia? Es evidente que para un español, y supongo que para gran parte de los europeos, resultaría chocante la cantidad de basura que se acumula en las calles, el descaro con que las ratas deambulan por los parques y la naturalidad con que la clase media convive con ratones y cucarachas (y créeme, sé muy bien lo que te digo). No es menos sorprendente el estado de deterioro y obsolescencia en que se encuentran muchas instalaciones públicas. Todo ello dificulta enormemente la vida de los más débiles y ahonda la brecha de la desigualdad social: dependientes, familias con niños, ancianos, pobres. Impacta la sensación de sociedad abandonada.

Gráfico 2. Estación de metro en Queens, NY

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y no es el absentismo de lo público en las calles lo más grave. La sanidad americana es un rotundo fracaso que lleva a muchas personas a vivir al filo de la navaja -o que directamente rebana sus cabezas cuando les alcanza la enfermedad. Precisamente a fuer de liberal convencido, creo que es importante señalar cuándo y por qué los mercados no funcionan, y la sanidad en Estados Unidos es un ejemplo de siniestra disfunción del principio de libre concurrrencia. Es muy habitual que políticos y opinioneros se declaren invariablemente favorables a «lo público» o «lo privado» según su filiación ideológica, pero lo cierto es que no hay una respuesta permanentemente correcta: de hecho, si hay algo peor que un monopolio público es un monopolio (u oligopolio colusivo) privado.

Pues bien: la precariedad sanitaria en Estados Unidos tiene consecuencias trágicas, más allá de las molestias obvias que supone que ir al médico salga caro y que encima la atención sea deficiente. De hecho, la mayoría de las bancarrotas familiares en Estados Unidos tiene que ver con la enfermedad de algún miembro de la familia, y eso pese a que los costes sanitarios doblan los europeos. Debido al sobreprecio de los servicios médicos y a su carácter sunturario no es sorprendente que, de entre el 1% más rico de la población, más del 15% pertenezca al sector sanitario, y que en todos los medios de comunicación exista una abundantísima exposición a la publicidad de seguros médicos. La desproporción entre la riqueza pública y privada invertida y la pobreza e injusticia del resultado no podía ser mayor

Gráfico 3 Coste sanitario/PIB Fuente: Sociedad médica de Canada)

Gráfico evolución gasto sanitario sobre PIB

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Quizá Estados Unidos tenga que afrontar unas dificultades mayores que las de Europa: la sociedad es muy heterogénea (aunque todos sus ciudadanos hablen inglés, sospecho que las diferencias culturales no son menores que entre los europeos) y el país está soportando la carga de ser gendarme del mundo. Pero, por todo lo dicho, se echa mucho de menos no un aumento del gasto público para incentivar no se sabe muy bien qué, sino una racionalización exhaustiva del mismo. Si aplicásemos este anarquismo individualista tan al pie de la letra como reclaman algunos, ni siquiera las sociedades anónimas tendrían sentido.

Me llama la atención la fe en los estímulos que todavía tienen las élites profesionales y académicas: el 90% de la población no confía en las medidas económicas. La salida del atolladero no parece probable sin que se acometan reformas y una reordenación del gasto que promuevan la igualdad de oportunidades y ataquen a la raíz de los problemas -el exceso de deuda. La salida de las tropas de Iraq va en la buena dirección.

Del mismo modo, es cuando menos paradójico la imagen de libre mercado que Estados Unidos todavía proyecta sobre algunos. Las exigencias de capital en Europa pueden marcar un punto de inflexión en este día de la marmota que llevamos viviendo desde hace 3 años. Veremos.

A estas alturas creerás que no me he enamorado de la ciudad: te equivocas o, mejor dicho, te lo he ocultado. He corrido por media ciudad, he visto sus rascacielos de día y de noche, he disfrutado sus deliciosos bagels y escuchado a las primeras figuras del mundo de las finanzas. De aquí se irá otro newyorker más que quiere ser parte de la ciudad -y estos zapatos de vagabundo van a echar de menos caminar por el corazón de la ciudad que no duerme.

New York, New York

 

* Gracias a Salvador Mas por pasarme el enlace del discurso de Bernanke.

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