Perspectivas para 2014: fin de la crisis y unión bancaria

Ya he contado aquí alguna vez la chufla de Woody Allen sobre el famoso adagio que desvincula dinero y felicidad. Según el cineasta judío, en efecto el dinero no da la felicidad, pero produce una sensación instantánea tan parecida que sólo cuatro o cinco expertos en el mundo son capaces de diferenciarla. Con nuestro celebrado fin de la crisis ocurrirá algo parecido, pero en sentido contrario: la salida de la crisis será tan parecida a la propia caída que sólo los verdaderamente entendidos notarán la diferencia.

 

Voy a recurrir a una procacidad cuyo valor paradigmático y lúdico espero excuse su lado cochino: si hubiéramos de comparar la recuperación presente, por ejemplo, con un coito, sería como aquel que, tras largos y aparatosos previos, resolviera en escasos minutos un irredento eyaculador precoz. Así, prorrumpió el ministro de Hacienda que España asombraría al mundo y, tras dos gatillazos en forma de brotes verdes prematuramente marchitos y de toda la pompa y la bravuconería previa al éxtasis, lo que alcanzaremos en tan ansiado clímax será un alza casi imperceptible, débil, largamente esperada y cuyos efectos deleitables la mayoría de la gente no notará. Lo que les decía: un coito prematuramente concluido:

 

-¡Hemos salido de la crisis!

– ¿Ya? ¿seguro? Vaya…

 

A su vez, semejante acto fallido podría dejar en nuestro ánimo un poso similar al que nos dejaría una cita en el dentista que, tras una larga y tensa espera, se termina cancelando sin intervención.

 

Pero también es verdad que todo podía haber salido bastante peor. Hemos vivido mucho más cerca del colapso de lo que nos habían contado y ahora tenemos por delante dos o tres años de estabilidad. Cierto que lo último que desea quien no está bien es que la situación se mantenga, pero no perdamos de vista que casi todo es susceptible de ser empeorado y que la mayoría de las recetas mágicas que pululan por el espacio público español serían peores que esta japonización europea con su ibérico harakiri que conlleva un 25% de exclusión. Derechos adquiridos aparentemente incuestionables como pagar las pensiones y mantener el gasto público, o que los ahorradores puedan acudir a retirar sus dinerillos del banco sin mayor aprensión, son cosas que en éstos últimos cinco años no siempre estuvieron tan seguras como hoy, y es justo reconocer que ahora ese peligro parece enormemente remoto.

 

Y lo es en buena medida gracias a Europa que, si bien se mueve con enorme lentitud, lo hace también con una indiscutible voluntad política común. Una voluntad política común que ha posibilitado la construcción a lo largo de décadas de un espacio comercial y una moneda única, así como el derribe de las otrora bien pertrechadas fronteras.

 

Aquellos que miraron solo los números se equivocaron, como era previsible: Europa no se romperá, los Estados podrán disponer de financiación barata (o muy barata si se trata de pagar el agujero bancario) y la unión bancaria proseguirá firme por más que su compleja arquitectura no esté completamente montada. El proceso será muy largo y opaco, pero el bazooka finalmente existe -y si no, como si existiese.  La política ha vencido a los mercados, si es que en Europa podemos distinguirlos, y, aunque saldrá más caro cabrá elegir entre algunos daños.

 

La unión bancaria y los vehículos financieros que rescatan a Estados y sistemas bancarios pretenden diferir el coste y enmascarar la identidad de los perdedores. Si alguien tiene cuerpo para asomarse al entramado (y previa dosis de biodramina) hará bien en leer el de Wojciech Golecki: «Los siete (euro)fantásticos» . Como en su día sentenció J.K. Galbraith, «la complejidad es un artilugio para aparentar sofisticación y ocultar la verdad». Y nada más cierto: este modelo es un ejemplo de artificio que impide seguir el rastro de las pérdidas, que sin duda las hay y las habrá. Tengan por seguro que propiciar dinero barato para ocultar zombies es una solución cara, larga y que obstaculiza el crecimiento durante un periodo prolongado.

 

De manera simultánea a la Unión Bancaria, se está implantando una nueva regulación internacional bancaria, Basilea III. En este nuevo contexto, los nuevos requisitos de solvencia y limitación de actividades unidos al legado del agujero de las cajas aún no digerido, harán que en España el nuevo crédito fluya cuando las ranas críen pelo y les crezca como para hacerse la permanente. Para ver el detalle de las perspectivas de desapalancamiento que hay de aquí a 2019, vean el artículo de José García Montalvo en el número de Papeles de Economía coordinado por Santiago Carbó: «Construcción de una Unión Bancaria» (Funcas, Noviembre 2013)[i].

 

También es cierto que algunas entidades financieras españolas tienen la intención abrir el grifo del crédito a principios de 2014 y, pese al enorme trecho que el precio de la vivienda todavía tiene que recorrer a la baja, algunos confían en que ya estamos cerca del suelo. Sin embargo, las grandes restricciones del statu quo hacen imposible en España un escenario de fuerte crecimiento del empleo en un plazo que será lamentablemente largo.

 

Sin empleo no se cerrará el déficit, ni se colocará el enorme stock de vivienda, y tampoco se evitará el paulatino deterioro del Estado de Bienestar. Seguirá saliendo gente del país y parte de la que se quede engordará el colectivo de excluidos.

 

Así, y aunque la crisis haya pasado, para 2014 habrá menos refinanciaciones y habrá más empresas que, como Pescanova o Fagor, no puedan seguir negando la realidad. Es decir: que no serán viables, pese a que por un tiempo los préstamos les permitían fingir que lo eran. Continuará la restricción presupuestaria en el sector público y, aunque dudo que se cumpla el objetivo de déficit (y que se acometan medidas estructurales para corregirlo), el gasto público antes de intereses caerá. 

 

En lo que atañe al sector exterior, éste probablemente crezca, si bien las turbulencias en la guerras de divisas y la evolución del precio del petróleo hacen difícil y frágil cualquier pronóstico. No es descartable, sin embargo, que este sector y por esas variables nos pueda deparar alguna sorpresa positiva.

 

Por su parte, pensionistas y trabajadores no mejorarán su capacidad adquisitiva en 2014 y la demanda interna seguirá débil.

 

Habrá que estar atentos a la reforma fiscal, a la nueva ronda de reforma laboral y al avance de la reestructuración del sector financiero. A estas alturas de legislatura y con las urnas en el horizonte, parece dudoso que este gobierno deje de ser “este gobierno”. En el sector financiero se monetizarán los créditos fiscales o DTA.[ii]

 

2014 debería ser un año de tranquilidad, y quizá ese sea el mayor peligro que tenga. La financiación del BCE está abierta, los vehículos financieros listos y de facto el riesgo de crédito está convergiendo (mejoran las perspectivas de los países en apuros y empeoran Francia u Holanda). Habrá tipos bajos pese al riesgo de burbuja inmobiliaria que apunta ahora a Alemania, y no habrá expansión fiscal con la gran coalición del SDP y la CDU. Y en Alemania, precisamente, se introducirá el salario mínimo y está por ver con qué efecto. En principio parece que no debería destruir empleo y sí afectar a la demanda agregada. Pese a la firmeza de partidarios y detractores de la medida, creo que no es posible anticipar aún el resultado y ni siquiera lo será una vez que conozcamos los detalles.

 

Habrá a quien a pesar de todo esto le vaya bien e incluso muy bien, ojalá sea a ti (y perdóneme, amigo lector, por el requiebro). Inténtalo pese a todo: es la única vía que tenemos hoy para mejorar las cosas. Y si no mejoran, al menos será bueno que tomemos conciencia de con quién y para qué nos encamamos, si lo pasamos bien y si eso nos ayuda a ser felices, o si sólo somos un objeto para el goce de otros. Y si durará.


 

[i] Esta publicación está solo disponible para suscriptores

 

[ii] véase el didáctico artículo de Francisco de la Torre y se ampliará el compromiso del presupuesto público en el sector financiero. Discrepo sobre la utilidad de un recargo sectorial en el presupuesto de Sociedades para la banca puesto que estamos vendiendo entidades perderemos más en el precio de salida que lo que se recaudaría año a año. Esto quizá merece un post ad hoc.

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